domingo, 12 de diciembre de 2010

Soneto 48 - William Shakespeare








¡Qué precavido fui, al emprender la marcha,       
guardando mis nimieces, bajo seguras trancas,       
y aquello que yo uso, quede sin ser usado       
por manos infidentes, en custodias seguras!       

Pero tú, que no tienes, comparación con joyas,        
mi más válido alivio y hoy mi mayor dolor.       
Tú, lo mejor que quiero, mi único cuidado,       
has quedado a merced del más vulgar artero.       

A ti no te he encerrado por gusto en ningún cofre,       
menos donde no estás, aunque yo bien te sienta,        
allí en mi corazón, que es el claustro más tierno,       
donde a tu gusto puedes, ir por donde tú quieras.       

Y me temo, también, te rapten de ese punto,       
ya que la lealtad, hurta las ricas presas.

Londres - 1609

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