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...Y sí, cruzó la esquina, las calles empedradas vestigios de la
época de la colonia acogieron sus pasos, atardecía, sin embargo no era ese
típico atardecer del que disfrutaba, pintado con una paleta de colores
terracota... no, en esta ocasión era un atardecer cargado de fríos vientos
provenientes de las montañas del oriente de su entrañable Bogotá.
El frio hizo que rápidamente subiera la
solapa superior de su abrigo y resguardara las manos en los bolsillos, aligeró
el paso al ver los densos nubarrones que sobre si se acomodaban y mientras
caminaba presuroso veía la gente pasar a su lado, los niños jugando y
demostrando poca o ninguna atención por la lluvia que se encaminaba, las
parejas en su lerdo pero enamorado paso queriendo inmortalizar cada detalle en su
cuadro de amor, los viejos cargando en sus manos bolsas con las últimas compras
del día, llevando consigo el afán propio de quien desea llegar a casa rápido
para no perderse una sola pincelada del realismo mágico que el noticiero de las
siete les hacía ver.
Ella aún no desaparecía de su mente, el
delicado trazo de su rostro se dibujaba con carboncillo una y otra vez en su
mente, pensó en devolverse para acompañar sus pasos, sin embargo ya era muy
tarde y sería un esfuerzo infructuoso ir tras ella.
Fue solo caminar un par de cuadras más
para empezar a sentir las gotas de lluvia sobre su rostro, la lluvia le recordó
que puede desnudar el pasado, destruir el presente y regar un futuro destinado
a germinar con la llegada de la primavera...
Fue una temporada complicada, tres años en
los que se buscó a sí mismo, en los que conoció cosas de su personalidad que
jamás creyó tener, tres años de construir y derrumbar, de pintar y de tirar al
traste tal como hace el pintor que no se siente a gusto con su obra, solo que él
no buscaba colores, buscaba letras y versos que lo llevaran a lo más profundo
del alma humana, a conocerse y a conocer los demás.
Por momentos logró escribir, se ganó la
vida por unos pocos meses con unos versos que pudo concebir, sin embargo el
sustento que obtuvo por esos meses no fue el mejor, la irregularidad
caracterizó ese momento de su vida, a veces cenaba grandes festines y en otras
noches solo pudo pasarlas con un vaso de agua, con los meses entendió que lo
mejor que podía hacer era aprender de esa situación, disfrutar los buenos
momentos y atesorar los "malos", ya que serían esos los que le dieran
vida a su obra y gusto a sus días.
De cuando en vez visitaba esa misma calle
por donde se había encontrado con su dama de porcelana, por momentos creyó ver
su silueta entre la multitud, incluso un día pudo ver su rostro de lejos, sin
embargo nunca pudo hablar con ella.
La vida, las letras y su gusto por las
calles empedradas lo llevaron a mudarse a un viejo hostal del centro de la
ciudad, todo esto con el objetivo de llenarse de historia y de inspiración,
deseaba contar su mundo con la misma prolijidad con la que Mario Mendoza
lograba hacerlo en sus libros.
Cierta noche en una de sus visitas a la
Casa de Poesía Silva pensó que alucinaba cuando la vio entrar por la misma
puerta por la que entraron zapateros y literatos hace mucho tiempo, sí, era
ella, su dama de porcelana, compartiendo el gusto por la poesía y la
literatura.
Un escalofrío cubrió todo su cuerpo, el
mundo se detuvo olvidando todo lo que habitaba aquella casa colonial, tan solo
dejó dos seres con un camino lleno de letras uniendo sus vidas, quizás esta era
la ocasión para dar aquel paso y conocer lo que Schrödinger había dejado bajo
la caja...
- "Buenas noches bella dama de
porcelana, ¿gusta usted de la poesía?"
Ella sonrió y después de asentir dijo:
- Me encanta venir a este lugar y llenarme
un poco de poesía.
- ¡Qué bueno! Hoy en día la poesía está
muy devaluada, quizás debido a los enamorados pasajeros que regalan la luna y
no la pueden bajar...
- Me la han regalado tantas veces que ya no lo creo.
- Si usted me lo permite puedo mostrarle que la luna no se puede
regalar, sin embargo puedo regalarle un tiquete abierto para que cuando desee
pueda ir hasta sus cráteres y en una "noche de tierra llena" contemplar
el océano azul "lleno de estrellas de mar"...
Bogotá - Mayo de 2014
Si usted me lo permite puedo mostrarle que la luna no se puede regalar, sin embargo puedo regalarle un tiquete abierto para que cuando desee pueda ir hasta sus cráteres y en una "noche de tierra llena" contemplar el océano azul "lleno de estrellas de mar"... Este conjunto de palabras es simplemente hermoso...
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