Mas de quinientos años atrás, los "conquistadores" europeos se deslumbraron al conocer lo que para nuestros indígenas era la materialización de la energía sagrada, el oro de las culturas precolombinas los enloqueció.
Más europeos llegaron a nuestras tierras en busca del preciado metal, no con el objetivo de usarlo ceremonialmente sino con la avidez propia de quien desea algo exótico, algo deseado por muchos y poseído por pocos. Con desenfreno se vieron avocados a emprender la carrera en busca del dorado sin importar cuantas muertes pudiera representar.
Ese valioso y místico oro no solamente ha servido como material ceremonial, también evoca los triunfos obtenidos en las competencias tanto intelectuales como deportivas, todo ganador obtiene su trofeo o medalla, el cual exhibe con orgullo en los días posteriores a su victoria y ocasionalmente cuando desea mostrar su grandeza.
Todo esto para decirte que vos, vos no sos oro, es posible que él lo crea así, pero vos no sos oro, sos mucho mas.
No sos un trofeo que se busca con tenacidad y luego se exhibe para demostrar que fuimos mejores que otros en la competencia.
No sos un adorno que se pone alrededor del cuello o en las manos queriendo embellecer, no, no sos un embellecedor.
No sos algo que se consigue y después se olvida, que se amontona en un lugar.
Sos mas que todo eso, no eres la materialización de la energía divina, sos parte del color dorado de la mañana al salir el sol y el fuego que deja al ponerse en el occidente, eres ese calor matinal que abraza y llena de energía.
Así como el sol, merecés mi atención y respeto, merecés que te retribuya la felicidad que me das, eres más que un simple metal que con el cobre se puede corroer, más que un material ceremonial, eres el sol que quiero que ilumine mis días, pacientemente esperaré a que tu luz salga para seguir demostrandote lo valiosa que eres, mas que el oro o las piedras preciosas.
Bogotá - Enero de 2013
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